viernes, 19 de diciembre de 2008

El papelón de un tiranuelo (Articulo de El Espectador - Colombia)

Por Julio César Londoño
[jlondono@uniweb.net.co]
El Espectador, Bogotá, Diciembre 12 de 2008

DANIEL ORTEGA ACABA DE EMITIR otro de sus chispazos. La ocasión se le presentó cuando el diario El País de España seleccionó al poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas (1924-1908) dentro de la colección que prepara de los más grandes poetas en lengua española del siglo XX, y los curadores de la colección escogieron al novelista Sergio Ramírez Mercado (Margarita, está linda la mar) para que hiciera el prólogo del libro.
La designación del prologuista indignó a Ortega. Odia a Sergio Ramírez, ex vicepresidente de Nicaragua y escritor de muy buen pulso, pero crítico implacable del régimen de Ortega (en su última columna de prensa, Sergio Ramírez denunció el fraude electoral del Frente Sandinista). Ortega llamó a su mujer y le dijo qué hacemos, mija.. Rosario Murillo, primera dama de la nación, bruja negra, fea desde chiquita, "perpetradora de los poemas eróticos más flácidos y viscosos de los anales de la literatura centroamericana".. (Ernesto Cardenal), presidente en la sombra, papisa de la cultura nicaragüense, seguidora del gurú Sai Baba, santera, lectora del tabaco, clienta de lectoras de cartas y autora de la estética mamerta-kitsch que rige en el país, se paseó por las alfombras del despacho presidencial, jugueteó con las decenas de anillos de oro que cubren sus garfios, se mesó los crespos de su capacete haciendo tintinear las 77 pulseras-talismanes que la protegen de los maleficios de sus enemigos y una chispa de fuego encendió sus ojos estrábicos: changó le había recordado que los derechos de publicación de la obra de Martínez Rivas pertenecen al Instituto Nicaragüense de Cultura, uno de los tantos despachos que ella mangonea y cuyo presupuesto de publicidad, cinco millones de dólares, es la caja menor de los Ortega para pagarle favores a la prensa.

Ortega comprendió entonces que él era el albacea de la obra del poeta Martínez Rivas, decretó que Sergio Ramírez no podía escribir ese prólogo y declaró, impávido, que el poeta había dispuesto que su obra sólo podía ser estudiada por Pablo Centeno Gómez, otro intelectual nicaragüense. Pero Centeno desmintió a Ortega, denunció que la censura contra Sergio era un atropello contra uno de los grandes de la literatura nicaragüense y dejó en claro que para cualquier autor era honroso contar con un prólogo suyo.

Pero El País tuvo que retirar la obra de Martínez Rivas de la colección y se armó un escándalo que puso en evidencia, urbi et orbe, la estupidez del folclórico comandante sandinista. García Márquez, Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez, Ángeles Mastreta y Carlos Monsivais, entre más de 200 escritores de América y del mundo, acaban de firmar un manifiesto de protesta por la alcaldada de Ortega. Gioconda Belli, otra destacada escritora nicaragüense, afirmó que la actitud revanchista de Ortega es una mezquindad histórica.

Que Ortega haya peregrinado hasta el Caguán para imponerle a Tirofijo la Orden César Augusto Sandino en reconocimiento "a los excepcionales servicios prestados a su patria y a la humanidad", puede ser entendido como un acto de piedad revolucionaria. Que haya violado a su hijastra Zoilamérica y que Rosario haya salido en defensa de su marido y declarado loca a su hija, son cosas que sólo conciernen a la familia Ortega. Ser el lameculos de Chávez le ha reportado réditos jugosos. Pero que ahora salga con semejante papelón demuestra que carece por completo del sentido del ridículo.

Qué espantosa la decadencia de Ortega: pasar de ser el comandante de la única revolución de izquierda aplaudida por la derecha en la historia del mundo; destronar a Somoza, un tirano de verdad, para convertirse en una caricatura de tiranuelo tropical.

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